La voz y el caminar de don Aurelio Vázquez,
mejor conocido como don “Huello”, siempre engalanan las banquetas por donde pasa,
pero sus historias aun mas. Don “Huellito”, uno de los últimos cristeros
colimenses vivos, con una enorme lucidez y orgullo, siempre comparte sus historias y memorias, con todos lo que
quieran escucharlo, historias llenas de magia y sucesos fantásticos como la que
hoy, comparte con nosotros y que habla del canto de las aves.
Fíjense que yo crecí en un rancho cercano a la
población de Cofradía de Suchitlán, siempre ahí anduve, bien arrecho y con
mucha alegría me críe en el campo, ahí vivía feliz con mi papá, con mi santa
madre y mis hermanos queridos, cuando no estaba ayudándole a mi padre, me
encantaba rete harto pasármela con la resortera y las piedras en la mano,
cazando, a pedrada limpia, güilotas pá comer, por ello en la casa ¡seguido
comíamos güilotas! de esas que la gente llama “blancas”, de las que les nombro,
en estos días ya casi ni hay en el monte, y me da “no se que” pensar que yo contribuí a que se acabaran esos pobres
animalitos, pero bueno, eran otros tiempos y había que comer…
Recuerdo que nos las comíamos asaditas, con
sal, limón y pimienta, hacían una salsita de chiltomate y ¡órale!, todo
acompañado de unas buenas “gordas”.
También recuerdo que mi mamá, tan buena y tan
bonita ella, cuando me miraba venir del monte con muchas de ellas en mis manos
y en mi morral de ixtle, acariciándome la cabeza y viéndome con dulzura me
decía:
-
¡Nomas no mates
tantas! ¡Solo las que ocupamos para comer! ¡Por que si no, cuando llegues al
cielo, San pedro te mandara a juntar todos los huesitos de las que te comiste,
y no te dejara entrar hasta que arrejuntes todas ¿eh?!...
Yo, nomas meneaba la cabeza al escuchar a mi
madre, y desde ese día, también comencé a juntar en un hoyito en el patio, los
huesitos de todas las güilotitas que me comía… ¡por si las dudas! ¡Y es que
estaban tan ricas las condenadas!...
De esos tiempos felices, de antes que
asesinara Gorgonio Avalos a mi padre y de que me enrolara en la cristeada,
recuerdo que aquellas aves solían decir, o mas bien, que yo solía entender
cuando, ahí nomás, de vez en cuando se oía a una cantar en el monte o en los
palos algo así:
-
“¡Joseeeefa! ¡¿Qué quieeeeeres?!, ¡¿Quieeeerees
tùuna?! ¡¿Quieres tùuna?!”…
Después las güilotas, dicen o le contestan a
la primera que canto:
-
“¡Joseeefa!...
¡Solaaa estooooy!... ¡solaaa estoooooy!... ¡solaaaa estooooy!… ¡Que triiiiste
estooooy!”…
Así dicen las güilotitas blancas, ¡de veras!
¡Ojala algún día pudieran ustedes escucharlas en el monte!, entonces ahí verán
que este viejo no miente...
¡No hombre! ¡Si yo les conozco el lenguaje
hasta las gallinas!... Si quieren saber que dicen las gallinas en su canto, ahí
les va: la gallina, cuando acaba de poner el blanquillo luego, luego, se va
cante y cante y dice:
-
“¡Taaaanto poooné y poooné y poooné y yo coon
la pata raiiiiz!”
y luego,
al escucharla, el gallo le contesta:
-
“!No tede
jeeeeès!… ¡tu que tede jaaaas!”…
Así cantan, o más bien se quejan, las pobres
gallinas hueveras y también así, es como les responde el gallo.
No miento… Esa es la pura verdad…
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