Doña Abundia
Cazares Soto, una hermosa abuelita de 109 primaveras, una tarde platicando a la
puerta de su casa, allá en el municipio de Coquimatlàn, mientras el viejo tren
carguero mugía en las vías metálicas con su eterno peregrinar, nos contó esta
fascinante, pero también enigmática historia:
Yo me case como se
acostumbraba antes, bien chiquita, por lo que a eso de los trece años ya tenía
yo marido. Recuerdo que el santo padre “Matellito” me caso en contra de su
voluntad, por que decía que me veía muy chiquita, pero aun así, me caso…
Bien me acuerdo que
mi esposo, que se llamaba Guadalupe, no se si por que me veía chamaquita o por
que no le daba todo lo que el esperaba de mi como mujer, o tal vez por que de
por si era mujeriego y canijo, ¡que se yo!, siempre se iba y me dejaba ahí,
encerrada en la casa… Días enteros se marchaba y siempre regresaba bien borracho,
lleno de marcas de pintalabios y demás cosas! ¡A deshoras llegaba! y por mas
que yo le pedía a los santos que me lo apaciguaran, nunca me concedieron el
milagro, él siempre fue igual, nomás puro chille y chille se la pasaba la
mocosita en su catre esperando al marido a ver a que horas llegaba. Eso si, Guadalupe
nunca me maltrato o me golpeo, pero si me hizo pasar ratos bien desagradables ¡porque
era tan parrandero y tan enamorado! ¡De
veras! ¡Vieran que volado y mujeriego era!…Yo veía que eso hacía y como se
portaba, pero nada decía, le sabia todas sus moviditas por chismes de las
vecinas, pero como estaba yo tan chiquilla ¡pos que podía hacer! ¡Contrabajos
me sabia lavar los calzones!…
Debido a sus
parrandas y sus amoríos, mi marido llegaba siempre ya muy en la noche a la
casa, entraba silencito, a veces, ni un lazo me echaba, solo se quitaba su
pistola y su carrillera, sus botas, su camisa y se acostaba en su catre. El
tenía su cama aparte, yo también tenía mi cama y por eso él se acostaba calladito
en el suyo y no decía ni pío, yo tampoco le decía nada, nada, nada… Ni siquiera
peleaba yo con él, nunca me gustó pelear, y como él veía que no le hacía mala
cara, pues él jamás me hizo tampoco fea cara, ni me peleo ni me maltrato por
esa situación...
Así viví por muchos
años, hasta que un día, le llego la de malas y Guadalupe tuvo que partir… Me
dejo solita en un mar de llanto…
-Al
fin descansara de verdad- pensé…
-
No tengas miedo Abundia… Vengo a
pedirte perdón.
- ¡¿Pero de que quieres que te perdone hombre?!...
-
¡Por todas las cosas que te hice! ¡Por
el llanto que por mi derramaste y por las muchas veces que te fui infiel!...
Yo no sé si por
miedo o por no se que, solo atine a decirle:
-
¡Que te perdone Dios! ¡De mi
parte, no tengo nada que perdonarte!...
En ese momento,
apenas termine de decir la frase, el ánima de mi esposo, así como vino, se fue
desapareciendo, escabulléndose entre la oscuridad… ¡No pos ya no pude dormir a gusto, nomás rezaba y
rezaba, con la cabeza tapada con la cobija, para que pronto amaneciera y la
oscuridad se fuera…
-
Anda y pídele a tu esposa perdón
hoy, porque ella no te decía nunca nada pero
sufría mucho con tu proceder, aunque siempre estuviera callada, muchas
lagrimas derramo por ti... ¡Si ella no te perdona, no podrás descansar en paz jamás!…
¡Así que anda y pídele perdón!...
Por eso, él regreso de nuevo y me pidió perdón
otra vez… Yo le dije lo mismo:
-
¡Que te perdone Dios!… !Que de mi parte, estas perdonado!...
¡Y santo remedio!,
mi esposo Guadalupe, ¡ya jamás regreso!...
Yo creo que desde ese entonces
descansa en paz, por que ya no vino ninguna otra vez…
Desde ese día ¡Yo también descanse mas tranquila!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario