TESOROS, MISTERIOS Y CRISTEROS EN
CAMPO CUATRO
“Campo Cuatro” es una comunidad que está ubicada en medio del “Cerro Grande”,
en uno de los siete campos madereros que a finales del siglo pasado, la
compañía maderera norteamericana “Colima Lumber Co.” Tenia bajo su poder y
explotación, hasta que fueron expulsados por “los Villistas” dicen algunos, por
las “huestes del “Indio Alonso” afirman
otros. Sea como fuere, esta comunidad y sus alrededores están llenos de
leyendas, historias de espantos, animas y tesoros, ejemplo de ello, son las
historias que a continuación les presentamos:
Don Jesús “Chuy” Pérez, uno de los primeros habitantes del lugar nos
comenta: El camino que ustedes ven, por donde suben los carros, realmente es el
camino por donde las vías del tren bajaban la madera de la “Lumber Co”, por
donde transitaba diariamente el tren, lugar donde muchísima gente de diversas
razas, incluyendo chinos y filipinos, trabajo, vivió y murió, por lo que sus
ecos y sus espíritus siguen vagando por acá, como que quedaron encerrados en el
espacio y el tiempo, por ello no es raro mirar y escuchar cosas “extrañas”,
como por ejemplo, lo que se escucha y se ve en el mentado “Corte Rojo” o “Corte
Colorado”, que es el tramo o “cajón” donde el “Indio Alonso” descarrilo varias
veces la maquina del tren de la raya de los madereros y en donde en tiempos más
recientes a mis hijos y a mí, una vez que veníamos del pueblo de Zacualpan y
traíamos arrastrando bestias con carga de maíz de allá abajo, al llegar a la
puerta de guardaganado, uno de mis hijos se quedo ahí parado de repente en la
puerta con las bestias que traía jalando, entonces, antes de preguntarle
cualquier cosa, yo, que ya estaba entrando al “cajón” oí un ruido, como un
sonido hueco de maquina de vapor, con todo y su bufar, así que le dije a mi
otro hijo que se detuviera, para ver que cosa era eso que provocaba el ruido,
pues ese “cajón” no tiene salida, ¡así que imagínense! si era un carro o algo y
nos agarra adentro, ¡pues simplemente nos llevaba de corbata!...
El ruido ahí se seguía
escuchando, y ya poniéndole atención, como que ese sonido, ¡era como el ruido de un tren! ¡Sonaba igualito! !como si nos fuéramos
a encontrarnos con él! ¡Como si estuviera entrando al cajón!... Sorprendidos y
sobretodo espantados, nos quedamos parados a un lado ¡y nada paso! ¡Nada
vimos!...
Lo que si, es que en un instante, de escuchar el ruido por del otro
lado del “Corte Colorado! a buenas lo escuchamos como delante de nosotros ¡como
si ya hubiera pasado! Como si fuera ya lejos, entonces, mirándonos unos a otros
pero sin decir nada, “azuzamos” a las bestias y nos decidimos a pasar, pero cuando
apenas lo comenzábamos a hacer, en ese preciso momento ¡de nuevo escuchamos el sonido aquel!
¡Iba de vuelta en el mismo cajón!, nosotros, al escucharlo, ¡en friega que le
damos con todo y bestias para atrás!...
Así sucedió en tres ocasiones, como si el
tren aquel, diera nomas puras vueltas entre el paredón…
A la tercera vez, entonces sí
nos calo y sentimos un poco de miedillo.
¡Y es que el sonido ese se escuchaba bien claro y fuerte y siempre igual el
ruido, como si fuera el tren, pero en estos años ¡¿de dónde un tren pues?!...
Así
como llego el mentado ruido, así también se fue… Solo entonces, al ya no
escucharlo, y después de unos minutos, decidimos, ahora si, pasar lo más rápido
posible con rumbo a la casa…
Pero no es ese el único ruido extraño que por ahí se escucha, pues hay
personas, que aseguran, que por las noches silencias y tranquilas, por los
caminos, se escuchan los motores de carros “madereros”, como si vinieran
bajando del lado de “Lagunitas” o del “Campo Uno”, pero que ni se ven sus luces
y si los esperas a la orilla del camino, ¡jamás los ves pasar!… Así de cosas
extrañas suceden en los alrededores de “Campo Cuatro”… De eso del sonido del
tren, cuenta don Chuy, no hace tanto, tendrá cuando mucho, unos cuatro años…
Por ese mismo corte, muy cerca de ahí, don José
Iglesias, alegre habitante del mismo lugar, nos cuenta: Ahí tienen que había
una parte del camino, cerca de un paredón, por la curva de la “Herradura” donde
mi burra, cada vez que pasaba, no quería caminar muy bien, lo hacia a disgusto ¡nomás
arrejolaba y movía las orejitas y atrancaba sus patitas! ¡Las hundía en la
tierra! y solo con varios chicotazos fuertes, era como la hacia caminar…
Pero
no solo eso pasaba, por que al mismo tiempo que la burra se detenía, un fuerte sonido,
como de “cadenas cayendo” o de monedas aventadas a “chorro” se dejaba escuchar;
por lo que yo sabia, o al menos presentía que ahí debía haber algún tesoro o
entierro de algún cristero, bandido o ¡que se yo!... La cosa es que nunca trate
de buscarlo o sacarlo, pues mi mamà me decía que: “Lo que no se trabaja, no es
de uno”, por eso nunca trate de sacarlo…
Así pasaron los años, hasta que un día,
llego a ese “corte” un señor con una “mano de chango”, quien según eso, venia a
sacar material y a componer el camino; Al verlo, yo le dije:
-
Póngase
vivo ¿eh?, por que ahí donde usted esta trabajando, ¡hay dinero!!... Así que si
encuentra algo, nos vamos a “michas”, por haberle avisado…
Así le dije entre broma… No pasaron ni dos días,
cuando unos señores que venían de “abajo” llegaron preocupados por que se habían
encontrado en el paredón aquel donde estaba el señor trabajando, a la “mano de
chango” sola, abandonada y con el motor prendido, ¡pero sin el maquinista!... Varias
gentes del pueblo fuimos hasta allá para ver si no le había sucedido alguna
desgracia al hombre, ¡pero nada! ¡Ni las luces del cristiano aquel!... Lo único
que si encontraron por ahí, fue un hoyo en el paredón, estaba a flor del “corte”
y era de grande como lo ancho de una persona, ¡eso si! el mentado hueco ¡estaba
vacío!…
Unas personas que venían de “abajo”, por los
“enderezaderos”, al encontrarnos ahí, nos comentaron que horas atrás, cuando
apenas estaban empezando a subir el cerro, se habían encontrado al maquinista
bajando bien nervioso y casi corriendo, que habían visto que el hombre llevaba
“algo” envuelto entre su chamarra, y que por ir tan rápido, ni siquiera les contesto
el saludo… ¿Habría encontrado un tesoro?, según don José Iglesias, así fue, por
ello, jamás se volvió a ver por estos rumbos al “motorista”. Incluso aun hoy,
la casa donde vivía en Zacualpan, ¡esta completamente abandonada!...
Respecto a los cristeros que por esta parte
abundaron, además del “Indio Alonso” y su gavilla, del general “Quilis” y sus
federales, y de los mentados “Villistas”, don José Iglesias nos cuenta sus
recuerdos y la anécdota del día en que siendo un chiquillo, ¡lo quisieron
colgar!: Ahí estaban los cristeros, mataban la vaca y cuando bajaban al pueblo
llevaban limón y alcohol, con eso cocían la carne, nomás la dejaban tantito
remojada y así no hacían lumbre, pues con la “humata”, fácilmente los podían
hallar…
Fue una revolución completamente triste, la gente acá en el cerro le
sufrió mucho, por ejemplo, yo tenia un hermano que había sido asistente de un
general cristero que se llamaba Andrés Salazar, fue uno que mató mucho gobierno
ahí en el “Borbollón”, y aun así, un día, ¡a mi me quisieron colgar!...
Eso fue
ahí en la higuera grande que esta en medio del pueblo, donde esta el ojo de
agua, ahí iba yo a llenar mis “bules”, en eso estaba un día, cuando llega un
guacho cabeza de perica y me dice:
-
¡Quiubole,
escuincle! ¡Seguro tú eres cristero!
-
No, yo no
soy cristero.
-
¿Òn tà tu
padre?...
-
¡No se! ¡Ni
lo conocí yo!...
-
¡¿Pero tienes
hermanos grandes?!
-
Sí, sí
tengo hermanos, pero grandes no… No hay...
La verdad era que ya mis hermanos
estaban añejitos, incluso el más grande, que nos había construido la casa, se
había muerto, Y pues por eso les conteste que grandes no había… El militarcillo
me dijo:
-
Pos de
todos modos te vamos a colgar.
-
¡Ah! ¡Pos
ni modo!...
Le conteste sin saber a que se refería, porque, pues, uno de chiquillo
no cree. Yo pensaba:
- ¿Colgar? ¡Pos ni que fuera piñata!...
El guacho aquel me agarro de las greñas y metió la mano a una bolsa que
traía de lona y saco de ella una soguita delgadita, le hizo lazo, me la puso y ya
la iba aventar a la rama de la higuera, cuando llegó otro guacho de la parte de
“arriba”, a donde habían ido a buscar a los cristeros, en friega venia en su
caballo, mientras que el otro ya había cruzado la soga y estaba listo ya pà
jalarle, en eso estaba cuando el recién llegado, cortando cartucho, le dijo:
-
¡¿Qué hubo
mula?! ¿Qué vas a hacer con el escuincle?
-
¡Lo voy a
colgar, porque es cristero! ¡Ahorita mismo se va a morir…
-
¡El que te
vas a morir eres tu hijo de la chingada! ¡Puras mangueras haces! ¡Ya te traigo
de encargo!...
El recién llegado le dio cerrojo al rifle y al momento de apuntarle al
guacho gacho, llegó el otro “guachal” y con ellos el sargento que venia al
mando, quien vocifero:
-
¡¿Que hubo
güeyes?! ¡¿Qué van a hacer?!
-
¡Voy a
matar a este hijo de la chingada! ¡Lo traigo de encargo! ¡Figúrese mi sargento
que iba a colgar al escuincle este nomás por sus puros tanates! ¡Dizque por que
es cristero!…
Entonces, los demás militares ya fueron y me quitaron la soga; El
sargento me dijo:
-
No te
asustes muchacho nango, no te pasara nada.
-
No, no
estoy asustado – le dije.
Cosa que los demás militares celebraron con risas… Pero es que era
verdad, yo, durante todo el argüende, ¡ni en cuenta!... Después de eso, llene
mis “bules” de agua del nacimiento y me fui para mi casa, como si nada hubiera
pasado…
Pero ahora que recuerdo el suceso, aun cuando han pasado ya varias
décadas, ¡Ahora si!, ¡siento bastante miedillo!...