BIENVENIDA

Este espacio es un punto de encuentro para todos aquellos que aman y valoran sus raíces, sus tradiciones y nuestra maravillosa y particular forma de ver, explicar y repensar el mundo. Esta es pues, una pequeña burbuja en donde sólo la tradicion oral y los saberes de nuestros abuelos existen, en donde tarde a tarde, noche a noche, puedes recurrir para sentirte más cerca de lo que verdaderamente somos, de lo que jamás hemos dejado de ser: hombres y mujeres llenos de historias, hombres y mujeres de leyendas...

Cada día, encontrarás una nueva historia, una nueva ventana hacia lo fantástico y al realismo mágico de nuestra gente, de nuestra tierra. Historias que son de todos y de todas, que pertenecen a nuestro pueblo, a nuestros caminos y a nuestros corazones. Por ello, tómalas, son tuyas, en ellas estás tú mismo, en ellas vibran los sonidos del campo, el murmullo de las olas, el trinar de los pájaros, el rugido de los animales de uña y uno que otro suspiro de algún ánima errante, pero sobretodo, en ella habitan las voces de nuestros abuelos y abuelas, que son en realidad, los dueños y forjadores de esta tierra, en la que hoy estás...

Aquí van tres años de trabajo arduo en nuestras comunidades, todo dentro del proyecto "TARDES DE LEYENDAS, MISTERIOS Y RECUERDOS DE LOS PUEBLOS DE COLIMA" en el cual han participado muchísimos amigos y hermanos. A todos ellos, desde este pequeño espacio, un afectuoso abrazo en dondequiera que estén...

martes, 5 de febrero de 2013


TESOROS, MISTERIOS Y CRISTEROS EN CAMPO CUATRO

 

 

“Campo Cuatro” es una comunidad que está ubicada en medio del “Cerro Grande”, en uno de los siete campos madereros que a finales del siglo pasado, la compañía maderera norteamericana “Colima Lumber Co.” Tenia bajo su poder y explotación, hasta que fueron expulsados por “los Villistas” dicen algunos, por las “huestes del “Indio Alonso”  afirman otros. Sea como fuere, esta comunidad y sus alrededores están llenos de leyendas, historias de espantos, animas y tesoros, ejemplo de ello, son las historias que a continuación les presentamos:

 

Don Jesús “Chuy” Pérez, uno de los primeros habitantes del lugar nos comenta: El camino que ustedes ven, por donde suben los carros, realmente es el camino por donde las vías del tren bajaban la madera de la “Lumber Co”, por donde transitaba diariamente el tren, lugar donde muchísima gente de diversas razas, incluyendo chinos y filipinos, trabajo, vivió y murió, por lo que sus ecos y sus espíritus siguen vagando por acá, como que quedaron encerrados en el espacio y el tiempo, por ello no es raro mirar y escuchar cosas “extrañas”, como por ejemplo, lo que se escucha y se ve en el mentado “Corte Rojo” o “Corte Colorado”, que es el tramo o “cajón” donde el “Indio Alonso” descarrilo varias veces la maquina del tren de la raya de los madereros y en donde en tiempos más recientes a mis hijos y a mí, una vez que veníamos del pueblo de Zacualpan y traíamos arrastrando bestias con carga de maíz de allá abajo, al llegar a la puerta de guardaganado, uno de mis hijos se quedo ahí parado de repente en la puerta con las bestias que traía jalando, entonces, antes de preguntarle cualquier cosa, yo, que ya estaba entrando al “cajón” oí un ruido, como un sonido hueco de maquina de vapor, con todo y su bufar, así que le dije a mi otro hijo que se detuviera, para ver que cosa era eso que provocaba el ruido, pues ese “cajón” no tiene salida, ¡así que imagínense! si era un carro o algo y nos agarra adentro, ¡pues simplemente nos llevaba de corbata!...
 
El ruido ahí se seguía escuchando, y ya poniéndole atención, como que ese sonido, ¡era como el  ruido de un tren! ¡Sonaba igualito! !como si nos fuéramos a encontrarnos con él! ¡Como si estuviera entrando al cajón!... Sorprendidos y sobretodo espantados, nos quedamos parados a un lado ¡y nada paso! ¡Nada vimos!...
 
Lo que si, es que en un instante, de escuchar el ruido por del otro lado del “Corte Colorado! a buenas lo escuchamos como delante de nosotros ¡como si ya hubiera pasado! Como si fuera ya lejos, entonces, mirándonos unos a otros pero sin decir nada, “azuzamos” a las bestias y nos decidimos a pasar, pero cuando apenas lo comenzábamos a hacer, en ese preciso  momento ¡de nuevo escuchamos el sonido aquel! ¡Iba de vuelta en el mismo cajón!, nosotros, al escucharlo, ¡en friega que le damos con todo y bestias para atrás!...
 
Así sucedió en tres ocasiones, como si el tren aquel, diera nomas puras vueltas entre el paredón…
 
A la tercera vez, entonces sí nos calo y sentimos un poco de  miedillo. ¡Y es que el sonido ese se escuchaba bien claro y fuerte y siempre igual el ruido, como si fuera el tren, pero en estos años ¡¿de dónde un tren pues?!...
 
Así como llego el mentado ruido, así también se fue… Solo entonces, al ya no escucharlo, y después de unos minutos, decidimos, ahora si, pasar lo más rápido posible con rumbo a la casa…

 

Pero no es ese el único ruido extraño que por ahí se escucha, pues hay personas, que aseguran, que por las noches silencias y tranquilas, por los caminos, se escuchan los motores de carros “madereros”, como si vinieran bajando del lado de “Lagunitas” o del “Campo Uno”, pero que ni se ven sus luces y si los esperas a la orilla del camino, ¡jamás los ves pasar!… Así de cosas extrañas suceden en los alrededores de “Campo Cuatro”… De eso del sonido del tren, cuenta don Chuy, no hace tanto, tendrá cuando mucho, unos cuatro años…

 

Por ese mismo corte, muy cerca de ahí, don José Iglesias, alegre habitante del mismo lugar, nos cuenta: Ahí tienen que había una parte del camino, cerca de un paredón, por la curva de la “Herradura” donde mi burra, cada vez que pasaba, no quería caminar muy bien, lo hacia a disgusto ¡nomás arrejolaba y movía las orejitas y atrancaba sus patitas! ¡Las hundía en la tierra! y solo con varios chicotazos fuertes, era como la hacia caminar…
 
Pero no solo eso pasaba, por que al mismo tiempo que la burra se detenía, un fuerte sonido, como de “cadenas cayendo” o de monedas aventadas a “chorro” se dejaba escuchar; por lo que yo sabia, o al menos presentía que ahí debía haber algún tesoro o entierro de algún cristero, bandido o ¡que se yo!... La cosa es que nunca trate de buscarlo o sacarlo, pues mi mamà me decía que: “Lo que no se trabaja, no es de uno”, por eso nunca trate de sacarlo…
 
Así pasaron los años, hasta que un día, llego a ese “corte” un señor con una “mano de chango”, quien según eso, venia a sacar material y a componer el camino; Al verlo, yo le dije:

 

-          Póngase vivo ¿eh?, por que ahí donde usted esta trabajando, ¡hay dinero!!... Así que si encuentra algo, nos vamos a “michas”, por haberle avisado…

 

Así le dije entre broma… No pasaron ni dos días, cuando unos señores que venían de “abajo” llegaron preocupados por que se habían encontrado en el paredón aquel donde estaba el señor trabajando, a la “mano de chango” sola, abandonada y con el motor prendido, ¡pero sin el maquinista!... Varias gentes del pueblo fuimos hasta allá para ver si no le había sucedido alguna desgracia al hombre, ¡pero nada! ¡Ni las luces del cristiano aquel!... Lo único que si encontraron por ahí, fue un hoyo en el paredón, estaba a flor del “corte” y era de grande como lo ancho de una persona, ¡eso si! el mentado hueco ¡estaba vacío!…

 

Unas personas que venían de “abajo”, por los “enderezaderos”, al encontrarnos ahí, nos comentaron que horas atrás, cuando apenas estaban empezando a subir el cerro, se habían encontrado al maquinista bajando bien nervioso y casi corriendo, que habían visto que el hombre llevaba “algo” envuelto entre su chamarra, y que por ir tan rápido, ni siquiera les contesto el saludo… ¿Habría encontrado un tesoro?, según don José Iglesias, así fue, por ello, jamás se volvió a ver por estos rumbos al “motorista”. Incluso aun hoy, la casa donde vivía en Zacualpan, ¡esta completamente abandonada!...

 
Respecto a los cristeros que por esta parte abundaron, además del “Indio Alonso” y su gavilla, del general “Quilis” y sus federales, y de los mentados “Villistas”, don José Iglesias nos cuenta sus recuerdos y la anécdota del día en que siendo un chiquillo, ¡lo quisieron colgar!: Ahí estaban los cristeros, mataban la vaca y cuando bajaban al pueblo llevaban limón y alcohol, con eso cocían la carne, nomás la dejaban tantito remojada y así no hacían lumbre, pues con la “humata”, fácilmente los podían hallar…
 
Fue una revolución completamente triste, la gente acá en el cerro le sufrió mucho, por ejemplo, yo tenia un hermano que había sido asistente de un general cristero que se llamaba Andrés Salazar, fue uno que mató mucho gobierno ahí en el “Borbollón”, y aun así, un día, ¡a mi me quisieron colgar!...
 
Eso fue ahí en la higuera grande que esta en medio del pueblo, donde esta el ojo de agua, ahí iba yo a llenar mis “bules”, en eso estaba un día, cuando llega un guacho cabeza de perica y me dice:

 

-          ¡Quiubole, escuincle! ¡Seguro tú eres cristero!

 

-          No, yo no soy cristero.

 

-          ¿Òn tà tu padre?...

-          ¡No se! ¡Ni lo conocí yo!...

 

-          ¡¿Pero tienes hermanos grandes?!

 

-          Sí, sí tengo hermanos, pero grandes no… No hay...

 

 La verdad era que ya mis hermanos estaban añejitos, incluso el más grande, que nos había construido la casa, se había muerto, Y pues por eso les conteste que grandes no había… El militarcillo me dijo:

 

-          Pos de todos modos te vamos a colgar.

 

-          ¡Ah! ¡Pos ni modo!...

 

Le conteste sin saber a que se refería, porque, pues, uno de chiquillo no cree. Yo pensaba:

 

- ¿Colgar? ¡Pos ni que fuera piñata!...

 

El guacho aquel me agarro de las greñas y metió la mano a una bolsa que traía de lona y saco de ella una soguita delgadita, le hizo lazo, me la puso y ya la iba aventar a la rama de la higuera, cuando llegó otro guacho de la parte de “arriba”, a donde habían ido a buscar a los cristeros, en friega venia en su caballo, mientras que el otro ya había cruzado la soga y estaba listo ya pà jalarle, en eso estaba cuando el recién llegado, cortando cartucho, le dijo:

 

-          ¡¿Qué hubo mula?! ¿Qué vas a hacer con el escuincle?

 

-          ¡Lo voy a colgar, porque es cristero! ¡Ahorita mismo se va a morir…

 

-          ¡El que te vas a morir eres tu hijo de la chingada! ¡Puras mangueras haces! ¡Ya te traigo de encargo!...

 

El recién llegado le dio cerrojo al rifle y al momento de apuntarle al guacho gacho, llegó el otro “guachal” y con ellos el sargento que venia al mando, quien vocifero:

 

-          ¡¿Que hubo güeyes?! ¡¿Qué van a hacer?!

 

-          ¡Voy a matar a este hijo de la chingada! ¡Lo traigo de encargo! ¡Figúrese mi sargento que iba a colgar al escuincle este nomás por sus puros tanates! ¡Dizque por que es cristero!…

 

Entonces, los demás militares ya fueron y me quitaron la soga; El sargento me dijo:

 

-          No te asustes muchacho nango, no te pasara nada.

 

-          No, no estoy asustado – le dije.

 

Cosa que los demás militares celebraron con risas… Pero es que era verdad, yo, durante todo el argüende, ¡ni en cuenta!... Después de eso, llene mis “bules” de agua del nacimiento y me fui para mi casa, como si nada hubiera pasado…
 
Pero ahora que recuerdo el suceso, aun cuando han pasado ya varias décadas, ¡Ahora si!, ¡siento bastante miedillo!...

lunes, 4 de febrero de 2013

DE CUANDO UN ANIMA VINO A PAGAR LO QUE DEBIA


 

La “Tepamera” es una muy bonita comunidad enclavada en el ultimo rincón del municipio de Ixtlahuacàn, lugar en donde viven las niñas y hermanas Yani de 10 años, Isabel de 12 y los niños Luis Alberto de 13 años y Mario de 12, quienes platicando bajo el cobijo de enormes árboles del hermoso bosque llamado “La Taberna”, que se encuentra en los alrededores del pueblo, compartieron este relato que tuvo como escenario su misma comunidad:

 

Ahí tienen que hace ya varios años, un señor de nombre Trinidad Castañeda, venia de trabajar de su milpa con su machete y su escopeta colgada al hombro, cuando al pasar allá en la mera desviación del rancho “El Guamúchil” en los rumbos de la entrada del pueblo,  que se va encontrando con un señor con el que desde hace tiempo  tenía odio y diferencias, por lo que al encontrarse de frente, ¡que comienzan a pelear!, cuenta la gente que al estar en la pelea, con los cuchillos en las manos, don Trinidad dio un mal paso y se resbalo, por lo que al caer de mala forma, su carabina se le disparo, ¡se le fue un tiro pues! ¡El cual le fue a dar en su mera cabeza!... ¡Ahí quedo el pobre Trinidad! ¡Desparramado en la carretera con su cuchillo en la mano y la escopeta a un lado!...

 

Así lo encontraron unos señores de la comunidad, lo levantaron, lo velaron y cafetearon, y al otro día, lo enterraron… Así sucedió, y también así, pasaron muchos días, quedando nomás de recuerdo de aquel suceso una cruz de madera que pusieron los parientes en el lugar donde pasaron las cosas…

 

 Hasta que un día, Don Abraham, un señor que vive aquí en la comunidad, estando bien preocupado y encanijado por que no tenia nadita de dinero, ¡ni pà un kilo de sal tenia!, por que las cosechas habían estado muy mal, decidió salir al monte, pà ver si ahí conseguía una iguanita, un armadillito o ya de perdis unas güilotitas pà la comida…

 

 Don Abraham, se colgó su escopeta y deseando encontrarse un venado, se fue con rumbo al “Agua de la Virgen”… Así se la paso toda esa tarde, toda la noche ¡y nada!, ni iguanas, ni conejos, ¡mucho menos venados! ¡Nada!... Desesperado, don Abraham se regreso a su casa ya en la madrugada… Así, paso a pasito, cuando mas resignado estaba, llegando unos metros antes de la desviación hacia el rancho “El Guamúchil”

, emocionado vio que debajo de un  árbol de “Clavellina” estaba comiendo un ¡santo venadòn!, por lo que tratando de hacer el menos ruido posible  preparo su carabina y le apunto al animal aquel… Pero ya cuando estaba jalando el gatillo, ¡la bala no salio! ¡Se le trabo la escopeta al pobre de don Abraham!... ¡No pós el animal al ver al señor, nomás dio un brinco y se perdió entre la breña del cerro!... Don Abraham bien enchilado, ¡nomás abarrajo la escopeta al suelo y se puso a gritar encorajinado!:

 

-          ¡Maldita sea! ¡Donde voy a encontrar dinero! ¡Ni para comer tengo!... ¡Ojala alguien, de los muchos que alguna vez ayude, viniera ahora a ayudarme a mi ahora!...

 

Cuentan que no había ni terminado de decir la frase, cuando de entre el monte, ¡Así como se los contamos!, don Abraham, ¡vio que un bulto blanco se aproximaba hacia donde se encontraba él!... Sorprendido, el señor miro bien aquel bulto y vio clarito que no tenía pies, que parecía que flotaba, que traía algo en las manos y que aparte, era como transparente, ¡como bruma!... ¡Don Abraham, de la impresión se quedo engarrotado! ¡sin poder moverse!... El bulto blanco aquel, se le fue acercando poco a poco hasta detenerse precisamente donde estaba la cruz del finado Trinidad Castañeda. Dicen que aquel bulto misterioso, en sus manos, traía una bolsa con “algo”, la cual estiraba hacia don Abraham, como queriendo entregársela… Don Abraham, ya recuperado un poco de su asombro, solo atino a correr, ¡pero el ánima, lo seguía! ¡Venia detrasito de él!... Él corría pá un lado, ¡y el ánima para allá se jalaba!, ¡ni pá donde hacerse!... Don Abraham recordó entonces que días antes de morirse, le había prestado a don Trinidad un dinerito pà comprar una vacuna para sus vacas, por lo que comenzó a creer que tal vez don Trinidad había vuelto del mas allá ¡para pagarle!... Entonces, asustado y todo como iba, don Abraham solo atino a gritar:

 

- ¡Tà bien Trinida! ¡Descansa en paz! ¡Ya no me debes nada!... ¡Ya no me corretees por favor!... 

 

¡Y con eso fue suficiente! ¡El anima aquella desapareció entre la breña así como había llegado, llevándose con él, la mentada bolsita!... Don Abraham, ya recuperando el resuello se fue lo mas rápido que pudo a su casa, y tan asustado  iba, que allá en el crucero del “Guamúchil dejo su carabina tirada, por que regresar a enfrentar a esa anima ¡ya no quiso!...

 

A la mañana siguiente, en la puerta de la casa de don Abraham, areconchada a un lado, estaba su escopeta acompañada de una enorme pierna de venado… Lo único malo de esto, fue que la carnita, don Abraham ¡no la pudo probar!, pues del susto, se la paso en la cama ¡con calenturas mas de tres días! ¡Tome y tome nomás puros atolitos!...  Así termina esta historia que la gente en nuestra comunidad, cuenta y que hoy con mucho gusto, los niños de la Tepamera les contamos…

 

 

 

 

 

 

domingo, 3 de febrero de 2013

LOS TESOROS DE DOÑA FELICITAS


 

Hay en la comunidad del “Llano de la María” una señora que se llama Felicitas, pero que todos la conocen como “doña Félix”, ella, una mañana, mientras compartía con nosotros unos ricos frijolitos fritos con manteca acompañados de huevitos fritos con “bonetes” nos contó estas dos experiencias que alguna vez tuvo con animas y tesoros:

 

La primera experiencia que yo tuve, sucedió cuando era niña y acompañaba a mi hermano a cortar leña al cerro. Mi hermano la cortaba y yo la arrejuntaba, eso hacíamos, pero esa tarde, cuando mas “engüasada” estaba juntando la leña y mi hermano se encontraba cortando mas en otra brecha, vi de repente, frente a mi, a una muchacha güerita, “carita fina” pero con las greñas revueltas, que traía un vestido blanco ¡bien bonito!; La muchacha me habló y dijo:

 

-          Félix, aquí hay dinero, yo lo dejé, ¡es tuyo! ¡llévatelo!...

Y sin decir mas, la mentada niña güerita se fue desapareciendo ¡así como llego!... Pero yo, medio tonta, en lugar de desenterrar el “tesoro” y llevármelo, luego, luego, fui con mi hermano y le conté todo, y entonces, bien emocionados fuimos por mi papá y un amigo a desenterrarlo, pero, cuando regresamos al lugar donde había visto a la niña ¡ya no había nada! ¡Por mas huecos que hicieron ya no pudimos dar con nada del mentado dinero!... A mi me dio mucho coraje, por que la niña dijo que ese dinero era para mi, pero ¡ni modos! ¡Por “argüendera” ya no me toco!...

Se cuenta que tiempo después, en el mismo lugar, hubo un señor a quien se le apareció la misma muchacha, pero que a diferencia mía, él sí sacó en ese preciso momento el dinero, lo amarró a sus mulas y se lo llevo ¡todito pà su casa!...  
 
Solo que le dio la de malas y no pudo disfrutar del oro totalmente, por que cuentan los que saben, que el señor se murió a los tres días, ¡dizque porque no se cubrió la boca al desenterrarlo y había respirado los “gases”....

La segunda experiencia aconteció en mi casa, y es que en el patio había una pared de piedra, muy antigua, que dividía mi casa con la de nuestra vecina, en esa pared mi mamà tenía una virgen adornada con flores de “bugambilias”, un día, se me metió el “brete” y dije:

 

- ¡Voy a arreglar a la virgen! ¡Bien bonita la voy a dejar!...

 

Decidida, fui a cortar flores a mi jardincito; Llegue, limpie el lugar, puse las flores en un bote con agua y ya que estaba terminando, no se por que o en que estuvo, que voltee la mirada al árbol que estaba a un lado y vi que había ahí una piedra, respondiendo a un simple impulso, fui y levante la piedra que estaba al pie del árbol y entonces ¡me voy encontrando con la sorpresa de que ahí había dinero! ¡Medio cubiertas de tierra estaba un bonchecito de monedas de peso y de cincuenta centavos! monedas que en aquel tiempo valían mucho. Muy contenta tome dos puños de monedas y las puse en mi mandil, corrí a donde estaba mi mamá cocinando y le conté lo que había pasado. Dejamos las monedas de mi mandil en la mesa y corrimos a donde había encontrado el dinero para recoger lo que quedaba, pero al llegar y alzar la piedra de nuevo, simplemente ¡ya no había nada!...

 

 Medias decepcionadas regresamos a la cocina con el temor de que las demás también hubieran desaparecido, ¡pero no!, ahí estaban las moneditas, así que mi mamà bien emocionada lavo las monedas con carbonato y limón, pues tenían una especie de coloración verde de tan viejas que estaban, y una vez limpias ¡las gastamos juntas!...
 
Recuerdo que esa vez, ¡vestido, calcetines, huaraches y hasta calzones estrene!...

 

 

 

sábado, 2 de febrero de 2013

Cuando el diablo se le aparecio a un muchacho en la hacienda de San Antonio


 

Don Aurelio, “Güello”, Olivo Solorio, comalteco de corazón, nos relata esta siguiente historia que sucedió allá por los rumbos de la “Hacienda de San Antonio”, en donde en aquellos tiempos pasados, trabajaba muchísima gente cortando café. Y que a decir de don Güellito, no hay otra hacienda en el Estado de Colima, antes y ahora, que halla tenido sembrado tanto café como esa hacienda.

 

La cosa es que en la hacienda antes mencionada, había un muchacho de nombre Pedro que vivía con su mamá, el papá se les había muerto varios años antes, por lo que estaban solitos; Ellos tenían la casita donde vivían del lado donde linda la hacienda y la parte en la que toca a San José del Carmen, Jalisco, lugar de donde también venía mucha gente a trabajar a la hacienda, y de ahí mero era este muchacho, él cual, una noche de luna llena, que como ustedes saben, aluza bien mucho, pareciendo a veces la madrugada un amanecer, la cuestión fue que después de cenar esa noche, la mamá le dijo al joven Pedro:

 

- ¡Ándale vente! ¡Vamos a rezar el rosario!...

 

El joven muy obediente y fervientemente creyente, obedeció y después del rosario, se fueron los dos a dormir… Así pues, resulta entonces que este muchacho no se fijo bien en la cuestión de la luna llena esa noche, por lo que en la madrugada, al levantarse a echar “agua”, vio todo bien claro y dijo:

 

-¡Aaaah! ¡Ya se me amaneció! ¡Se me va a hacer tarde para entrar a la chamba!

 

Como ya sabia de que manera se las gastaban los patrones y los capataces de la hacienda y aparte por que no tenían reloj, el muchachito se apuro y dando saltos y carreras se puso su camisa y su sombrero y ¡que da un brinco pa’ bajo!...  La mamá, al escuchar el ajetreo, se despertó, pues ya ven que uno cuando ya esta grande tiene el sueño livianito, entonces, la madre le dice al muchachito:

 

-          ¿Qué estás haciendo, hijo?

 

-          Ya se me hizo re’ tarde amà, ya se me amaneció, ¡y hoy tengo que darle maíz a los caballos, ver la milpa y cortar café!!...

 

-          ¡No hijo!, ¡Aun es temprano! ¡Será cuando mucho media noche!...

 

-          No mamá – insistió el muchacho – ya se me amaneció ¡Debo irme!

 

Pero como los gallos no se escuchaban que cantaran. Su mamá le insistió:

 

-          De todos modos hijo, no te vayas, es todavía noche ¡no seas terco!.

 

¡Pero el muchacho no le obedeció y ahí se viene bajando por la vereda que lleva al “río de la Lumbre, río que es la división entre Colima y Jalisco, al cual lo nombran así, porque ahí se dice que corría pura lumbre cuando una vez reventó el volcán. La cosa es que por ahí venía el muchacho hasta que llegó a donde existe un “cajón”, feo, alto y oscuro que tenía paredón de un lado y otro, y aunque daba miedo, pues ahí tenia que pasar uno, no había otro camino, ¿pà se hacia el pobre Pedro?... Así que pajuelio a su caballo y se empezó a internar en aquella cosa que parecía la boca del mismito infierno. Apenas había cruzado unos metros, cuando ¡que le viene saliendo por medio camino un animal feo y grande con forma de perro! ¡Con unos ojonones y echando lumbre!... ¡El caballo del muchacho, presintiendo algo malo, olisqueando al maligno, se empezó a hacer pa’lla y pa’ca, pa’lla y pa’ca y nomás no se  iba desbocado porque era un cajón sin ni siquiera espacio para voltear!... El muchacho, aun sin saber que realmente era ese animal, ¡preparo su machete para darle una rebanada!... Entonces, de buenas a primeras, ¡que le habla el perro demoniaco aquel!:

 

-          Muchacho,  ¿A dónde vas? – le habló el perro.

 

-          Voy a la hacienda a trabajar.

 

-          No vayas – le dice el perro demoniaco con una voz cavernosa

.

-          ¿Por qué?

 

-          Porque allá están diciendo “métele el tizón, sácale el tizón, métele el tizón, sácale el tizón”. Y eso, ¡no es cosa buena para ti!... ¡Mejor regrésate, ¡sígueme! ¡yo te guío por un enderezadero!...

 

¡Muy espantado al ver hablar al perro prieto aquel, Pedro solo atino a persignarse como se lo había enseñado su mamà! Al hacerlo, ¡en ese mismito instante! ¡Se le desapareció el perro! y entonces, hasta ese momento, el caballo ya pudo y quiso pasar por el “cajón” aquel…

 

Así se fue todo el camino que faltaba para llegar a la hacienda el muchacho, con el miedo por lo visto y con la duda por lo dicho. Cuando por fin llegó a la hacienda, se dio cuenta que en el lugar, ¡estaban velando a un difunto y le estaban cantando “El Alabado”!... ¿Qué que tiene de interesante? Pues es que, según los abuelos, con ese canto religioso el diablo se espanta, y lo que estaban diciendo era parte de una letanía, que yo recuerdo que mi mamá la cantaba asi:

 

-          Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison, Christe Eleison.

 

Esa letanía fue lo que espantó al diablo, quien seguro se quería llevar el alma del difunto, pero como no pudo, quiso encontrar y llevarse la del joven Pedro y por eso se lo fue a encontrar en el cajón… ¡Lo bueno es que Pedrito sabia persignarse! por que si no, ¡ahorita segurito se estaría chamuscando en el “cazo de los chicharrones”, en compañía del mentado perro satánico aquel!...

 

 
NOTA IMPORTANTE: Kyrie Eleison es la transcripción griega de “Señor ten piedad”, durante mucho tiempo este rezo se dijo en griego, solo que cuando paso a occidente se convirtió al latín Christe Eleison, en el caso de los funerales de aquel tiempo, en nuestro país, se cantaba de las dos formas juntas y se repetía tres veces.

 

 

 

viernes, 1 de febrero de 2013

LAS PREGUNTAS DEL INSPECTOR


 
 

Don Adelaido Ramírez López de la comunidad de “Puertecito de Lajas”, también conocido como “Puertecito de Tepehuajes”, disfrutando el sabor de una exquisita “yaca” bajo la sombra de un enorme árbol de aguacate, nos relato la siguiente historia acerca del municipio y pueblo de Minatitlàn: 

 

Pues como ustedes han de saber, este municipio y su cabecera, antes de ser llamada  “Tierra de minas”, era conocida como “Rancho el Mamey”, por que según se sabe, cuando llegaron los rancheros a poblar, había por ahí un arroyito con una mata de mamey a un lado. Pero la realidad es que en la antigüedad, en el tiempo de nuestros abuelos indígenas, esa ciudad era llamada “Tlacalahuascla”, nombre dado por el “Rey Colliman” y que en lengua antigua quiere decir: “Ojo de Mar” (aunque algunos estudiosos afirman que significa “lugar donde se fabrican cerbatanas), por que en ese territorio, aunque no lo crean, existe un “Ojo de Mar”, lugar de donde, la gente antigua cuenta, sale de vez en vez, un animal enorme y monstruosos llamado “Basilisco”, el cual, en alguna ocasión emergió con tal fuerza y ferocidad que movió las aguas del mentado “Ojo de Mar” desbordándolas e inundando la cabecera, suceso que todos nosotros conocemos como el “Ciclón del 59”… 

 

La cosa es que, se cuenta del lugar, que en el tiempo en que fue recién fundada la llamada “Hacienda el Mamey” las gentes que ahí se afincaron fueron teniendo sus chamaquillos, por lo que se tuvo la necesidad de hacer una escuelita, y como el hombre nunca a inventado nada, los inditos de por ahí vieron que las golondrinas hacían sus niditos con zacate y se dijeron:

 

- Si ellos la hacen con zacate ¡pues nosotros también haremos nuestra escuelita de zacate!…

 

Y así le hicieron, así terminaron la escuelita, ahora, ¡solo faltaba el maestro!… Así que las gentes se pusieron de acuerdo y que se arrancan a Colima a pedirle un maestro al inspector de la SEP… ¡Bien mucho se hicieron a caballo hasta Colima! pero ahí llegaron con el inspector, que para acabarla de amolar estaba medio sordo ¡se tenia que poner el pobre las manos en las orejas para escuchar bien!.... La cosa es que gritándole las gentes le pidieron un maestro para “El Mamey”, a jalones e inventivas, el inspector les dijo:

 

-          Lo siento, pero por ahora ¡No hay maestros!...

 

Pero ante la insistencia de la gente, y por que ya era su hora de salida, el inspector les dijo:

- ¿No hay una persona que al menos tenga terminado el sexto en su rancho?... El puede ser su maestro de parvulitos… 

 

¡Y es que así era antes!, nomás sabias leer y ¡órale! un diplomita y ¡jálale pàl monte a dar clases!… ¡No importaba que fueran medio bruto!… Al escuchar la pregunta del inspector, uno de los señores le respondió:

 

- ¡No pos si! ¡Yo ahí tengo una hija que termino el sexto!… 

 

-          ¡Pues esa será la maestra! – dijo con ahínco el inspector y continuo- Con fecha de hoy nombro a su hija, ¡maestra de “El Mamey”! ¡llévele estas guías de trabajo!, ahí dice como debe dar clases… Yo pronto iré para allá a supervisar como trabaja con los niños, el día tal de tal, estaré en su rancho, ahí me esperan para ir a ver cómo trabaja la maestra… 

 

-          ¡Tà bien! -dijeron los otros- ¡Ahí lo esperaremos!…

 

Fue así como la casita de zacate del “Rancho el Mamey” cobro vida transformándose en escuelita, y así también, al  paso de los días, se llego el amanecer en que el supervisor dijo que vendría al pueblo…

 

Una mañana llego el hombre, y en el pueblo ya lo estaban esperando con un mezcalito y una birria de chivo el comisario, el presidente y todos los padres de familia. Después de almorzar, la “defensa” del pueblo, los “armados”, lo acompañaron a aplicar el examen que les iba a poner a los chiquillos, así pues, detrás de él y con rumbo a la escuela, se fueron todos…

 

Al llegar a la casita de zacate, el supervisor acompañado del comandante de la “defensa” entro al salón de clases y le dijo a la maestra que estaba bien apenada y nerviosa:

 

-          ¡Usted no se preocupe! solo de su clase como si yo no estuviera…

 

La maestra comenzó con su bla-bla-bla… y todo pareció ir bien… Hasta que horas después, al final de la clase, el supervisor les dijo a los chiquillos:

 

-          ¡A ver!, ¡Párense que les voy a hacer unas preguntas de examen!...

 

 Los chiquillos pelos parados se pararon lo mas derechito que pudieron y el supervisor comenzó: Pa..pa..pa..pa..pa… Y los niños a contestar… ¡No pòs todo el rancho estaba que no cabía de gusto y de contento! ¡Sus chamacos y su maestra iban a pasar el examen!... Hasta que le llego el turno al último de los chiquillos de la escuelita; El supervisor con gesto de mala gente le pregunto:

 

- ¡Oye niño! ¿Quien le quemo los pies a Cuauhtémoc?...

 

A lo que el chiquillo bien preocupado, medio tartamudeando y rascándose la cabeza, preocupado, le respondió a punto de soltar el llanto:

 

- ¡No se¡ ! Se lo juro que yo no!!...

 

 Al instante  de decir eso, el chiquillo rompió desconsolado en llanto, pero aun así, el supervisor de nuevo le pregunto:

 

-          ¡A ver! ¡Conteste! ¿Quien le quemo los pies a Cuauhtémoc?...

 

 El chiquillo entre sollozos vuelve a decir:

 

- ¡No se!... ¡No se!…

 

¡Y que se le escurren los mocos con más fuerza al niño! por lo que la maestra, chavalilla de 16 años, se acerca al supervisor consolando entre sus brazos al niño y le dice:

 

- ¿Sabe usted inspector? se me hace que él no a de haber sido… ¡Viera usted que bueno es!!...

 

 Y ahí no quedo todo, por que para acabarla de amolar, como queriendo remediar las cosas, el comandante bigoton de la defensa, parándose como con un resorte, que les grita a los niños:

- ¡Y pongan bien mucho cuidado chamacos! ¡Por que si aquí se encuentra quien lo hizo, en este mismo momento lo echamos a la cárcel!…

 

Contaba mi apà, que gracias a esa pregunta del inspector, el pueblo del “Mamey” fue considerado en ese momento, el lugar donde vivían los hombres mas pendejos del estado de Colima…