BIENVENIDA

Este espacio es un punto de encuentro para todos aquellos que aman y valoran sus raíces, sus tradiciones y nuestra maravillosa y particular forma de ver, explicar y repensar el mundo. Esta es pues, una pequeña burbuja en donde sólo la tradicion oral y los saberes de nuestros abuelos existen, en donde tarde a tarde, noche a noche, puedes recurrir para sentirte más cerca de lo que verdaderamente somos, de lo que jamás hemos dejado de ser: hombres y mujeres llenos de historias, hombres y mujeres de leyendas...

Cada día, encontrarás una nueva historia, una nueva ventana hacia lo fantástico y al realismo mágico de nuestra gente, de nuestra tierra. Historias que son de todos y de todas, que pertenecen a nuestro pueblo, a nuestros caminos y a nuestros corazones. Por ello, tómalas, son tuyas, en ellas estás tú mismo, en ellas vibran los sonidos del campo, el murmullo de las olas, el trinar de los pájaros, el rugido de los animales de uña y uno que otro suspiro de algún ánima errante, pero sobretodo, en ella habitan las voces de nuestros abuelos y abuelas, que son en realidad, los dueños y forjadores de esta tierra, en la que hoy estás...

Aquí van tres años de trabajo arduo en nuestras comunidades, todo dentro del proyecto "TARDES DE LEYENDAS, MISTERIOS Y RECUERDOS DE LOS PUEBLOS DE COLIMA" en el cual han participado muchísimos amigos y hermanos. A todos ellos, desde este pequeño espacio, un afectuoso abrazo en dondequiera que estén...

miércoles, 30 de enero de 2013


HISTORIA DE UN SEÑOR QUE POR UNAS ENCALADILLAS

SE QUEDO PARA SIEMPRE POBRE

 

Esta historia nos la relató Don Pancho Rodríguez, quien por bastante tiempo vivió en los terruños del siempre tradicional, místico y enigmático “Rancho de Villa, del cual, aun conserva intactos varios recuerdos e historias, como esta que, compartiendo la fresca de una tarde, tomándose un agüita de pepino, tuvo a bien relatarnos…
 
Don Pancho cuenta que cuando era niño y estando en casa de su padrino, que era encaladillero de profesión y vocación, le toco ser parte de la siguiente historia:


Era de madrugada cuando mi padrino se levanto y a diferencia de otros días, en los cuales desde temprano comenzaba su deliciosa labor, se puso su ropa de “salir”, pues esa mañana iría a Colima a resolver algunos asuntos y a comprar materia prima para las encalladillas; Así que se preparo para marcharse, dejando como único mandato a su esposa que por nada del mundo ese día hiciera encaladillas, mas no dio alguna razón en especial o algún motivo importante…


El padrino se fue y quedaron solos en la casa su madrina y él. Sin embargo al paso de las horas, después de almorzar y terminar de arreglar la casa, como no tenía nada que hacer, en un arranque de antojo, la mujer no hizo caso de la recomendación de su esposo y mando a don Pancho por leña para preparar unas ricas galletas. El niño contento y solicito, muy rápido hizo el mandado, fue a los alrededores del poblado y trajo varios leños secos, ¡de esos que arden chulada!. Mientras tanto, la doña preparo muchísimas galletas y ya encarrerada, un buen numero de encaladillas, así que, apenas llego el niño, atempero el horno con los leños y juntos se pusieron a cocer las encaladillas y las galletas, las cuales al final, fueron tantas ¡que pensaron que no se darían abasto para acabárselas en varios días!…
 
Así  pues, ¡Nomás se veía las lenguotas de fuego al arder  los leños dentro del horno y su jumata bien bonita y espesa!... ¡Hasta gusto daba estar horneando!... Por un instante, en el fondo del horno, cuenta don Pancho, le pareció que, entre el crepitar del fuego, como que brillaba algo, pero no le puse mucha atención, pues estaba bien oscuro adentro, así que:
 

- ¡Ni pà que fijarse- Se  dijo…


Así paso…
 
Rato después, para cuando llegó el esposo, ya en la tarde, la mujer muy contenta fue a recibirlo con un plato lleno de las ricas galletas, que incluso, aun estaban tibias. Al ver las galletas, la cara del hombre cambió, nomás vi que, como al camaleón, a mi padrino ¡la cara le cambiaba de color! Y, por el color de su cara, segurito estoy que ¡se le fue la sangre a los pies!... Rojo de ira y de impotencia, aventó el plato de galletas al suelo diciéndole a su mujer:
 

-          ¡Te dije que no hicieras encaladillas babosa!!... 
 

El hombre aún no terminaba de decir la frase cuando dio un tremendo salto, aventó las bolsas que traía y corrió hacia donde aun estaban humeantes las cenizas del horno y haciendo a un lado los rescoldos, saco, todo chamuscado, uno de los siete botes alcoholeros repletos de billetes que había desenterrado la noche anterior del patio y había escondido en el interior del horno, por que planeaba llevarlos al primer banco que se instalaba en Colima al siguiente día…

 
¡Sí!, ¡así como se lo imagina!, todos los ahorros de una vida ¡estaban hechos cenizas!... Toda la fortuna que tenía la familia ahora era simplemente carbón, ¡pues enrollados en fajos y amarrados con ligas se encontraban muchos miles de pesos de aquellos tiempos!...

 
 Cuenta don Pancho que su tío no cabía de la tristeza y el coraje, tanto, que por un buen tiempo se separo de su esposa…
 
Así fue como su padrino, continuo siendo pobre… y todo, ¡por unas ricas galletitas y un puño de encaladillas!…

 

 

 

 

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