Don Adelaido Ramírez López de la comunidad de “Puertecito de Lajas”, también
conocido como “Puertecito de Tepehuajes”, disfrutando el sabor de una exquisita
“yaca” bajo la sombra de un enorme árbol de aguacate, nos relato la siguiente
historia acerca del municipio y pueblo de Minatitlàn:
Pues como ustedes han de saber, este municipio y su cabecera, antes de
ser llamada “Tierra de minas”, era conocida
como “Rancho el Mamey”, por que según se sabe, cuando llegaron los rancheros a
poblar, había por ahí un arroyito con una mata de mamey a un lado. Pero la
realidad es que en la antigüedad, en el tiempo de nuestros abuelos indígenas,
esa ciudad era llamada “Tlacalahuascla”, nombre dado por el “Rey Colliman” y
que en lengua antigua quiere decir: “Ojo de Mar” (aunque algunos estudiosos
afirman que significa “lugar donde se fabrican cerbatanas), por que en ese
territorio, aunque no lo crean, existe un “Ojo de Mar”, lugar de donde, la
gente antigua cuenta, sale de vez en vez, un animal enorme y monstruosos llamado
“Basilisco”, el cual, en alguna ocasión emergió con tal fuerza y ferocidad que movió
las aguas del mentado “Ojo de Mar” desbordándolas e inundando la cabecera,
suceso que todos nosotros conocemos como el “Ciclón del 59”…
La cosa es que, se cuenta del lugar, que en el tiempo en que fue recién
fundada la llamada “Hacienda el Mamey” las gentes que ahí se afincaron fueron
teniendo sus chamaquillos, por lo que se tuvo la necesidad de hacer una
escuelita, y como el hombre nunca a inventado nada, los inditos de por ahí vieron
que las golondrinas hacían sus niditos con zacate y se dijeron:
-
Si ellos la hacen con zacate ¡pues nosotros también haremos nuestra escuelita
de zacate!…
Y así le hicieron, así terminaron la escuelita, ahora, ¡solo faltaba el
maestro!… Así que las gentes se pusieron de acuerdo y que se arrancan a Colima
a pedirle un maestro al inspector de la
SEP … ¡Bien mucho se hicieron a caballo hasta Colima! pero ahí
llegaron con el inspector, que para acabarla de amolar estaba medio sordo ¡se
tenia que poner el pobre las manos en las orejas para escuchar bien!.... La
cosa es que gritándole las gentes le pidieron un maestro para “El Mamey”, a
jalones e inventivas, el inspector les dijo:
-
Lo siento, pero por ahora ¡No hay
maestros!...
Pero ante la insistencia de la gente, y por que ya era su hora de
salida, el inspector les dijo:
- ¿No hay una persona que al menos tenga terminado el
sexto en su rancho?... El puede ser su maestro de parvulitos…
¡Y es que así era antes!, nomás sabias leer y ¡órale! un diplomita y ¡jálale
pàl monte a dar clases!… ¡No importaba que fueran medio bruto!… Al escuchar la
pregunta del inspector, uno de los señores le respondió:
- ¡No pos si! ¡Yo ahí tengo una hija que termino el sexto!…
-
¡Pues esa será la maestra! – dijo
con ahínco el inspector y continuo- Con fecha de hoy nombro a su hija, ¡maestra
de “El Mamey”! ¡llévele estas guías de trabajo!, ahí dice como debe dar clases…
Yo pronto iré para allá a supervisar como trabaja con los niños, el día tal de
tal, estaré en su rancho, ahí me esperan para ir a ver cómo trabaja la
maestra…
-
¡Tà bien! -dijeron los otros- ¡Ahí
lo esperaremos!…
Fue así como la casita de zacate del “Rancho el Mamey” cobro vida
transformándose en escuelita, y así también, al paso de los días, se llego el amanecer en que
el supervisor dijo que vendría al pueblo…
Una mañana llego el hombre, y en el pueblo ya lo estaban esperando con
un mezcalito y una birria de chivo el comisario, el presidente y todos los
padres de familia. Después de almorzar, la “defensa” del pueblo, los “armados”,
lo acompañaron a aplicar el examen que les iba a poner a los chiquillos, así
pues, detrás de él y con rumbo a la escuela, se fueron todos…
Al llegar a la casita de zacate, el supervisor acompañado del
comandante de la “defensa” entro al salón de clases y le dijo a la maestra que
estaba bien apenada y nerviosa:
-
¡Usted no se preocupe! solo de su
clase como si yo no estuviera…
La maestra comenzó con su bla-bla-bla… y todo pareció ir bien… Hasta
que horas después, al final de la clase, el supervisor les dijo a los
chiquillos:
-
¡A ver!, ¡Párense que les voy a hacer
unas preguntas de examen!...
Los chiquillos pelos parados se
pararon lo mas derechito que pudieron y el supervisor comenzó:
Pa..pa..pa..pa..pa… Y los niños a contestar… ¡No pòs todo el rancho estaba que
no cabía de gusto y de contento! ¡Sus chamacos y su maestra iban a pasar el
examen!... Hasta que le llego el turno al último de los chiquillos de la
escuelita; El supervisor con gesto de mala gente le pregunto:
- ¡Oye niño! ¿Quien le quemo los pies a Cuauhtémoc?...
A lo que el chiquillo bien preocupado, medio tartamudeando y rascándose
la cabeza, preocupado, le respondió a punto de soltar el llanto:
- ¡No se¡ ! Se lo juro que yo no!!...
Al instante de decir eso, el chiquillo rompió
desconsolado en llanto, pero aun así, el supervisor de nuevo le pregunto:
-
¡A ver! ¡Conteste! ¿Quien le quemo
los pies a Cuauhtémoc?...
El chiquillo entre sollozos
vuelve a decir:
- ¡No se!... ¡No se!…
¡Y que se le escurren los mocos con más fuerza al niño! por lo que la
maestra, chavalilla de 16 años, se acerca al supervisor consolando entre sus
brazos al niño y le dice:
-
¿Sabe usted inspector? se me hace que él no a de haber sido… ¡Viera usted que
bueno es!!...
Y ahí no quedo todo, por que
para acabarla de amolar, como queriendo remediar las cosas, el comandante
bigoton de la defensa, parándose como con un resorte, que les grita a los
niños:
- ¡Y pongan bien mucho cuidado chamacos! ¡Por que si aquí
se encuentra quien lo hizo, en este mismo momento lo echamos a la cárcel!…
Contaba mi apà, que gracias a esa pregunta del inspector, el pueblo del
“Mamey” fue considerado en ese momento, el lugar donde vivían los hombres mas
pendejos del estado de Colima…
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