Hay en la comunidad
del “Llano de la María ”
una señora que se llama Felicitas, pero que todos la conocen como “doña Félix”,
ella, una mañana, mientras compartía con nosotros unos ricos frijolitos fritos
con manteca acompañados de huevitos fritos con “bonetes” nos contó estas dos
experiencias que alguna vez tuvo con animas y tesoros:
La primera experiencia
que yo tuve, sucedió cuando era niña y acompañaba a mi hermano a cortar leña al
cerro. Mi hermano la cortaba y yo la arrejuntaba, eso hacíamos, pero esa tarde,
cuando mas “engüasada” estaba juntando la leña y mi hermano se encontraba cortando
mas en otra brecha, vi de repente, frente a mi, a una muchacha güerita, “carita
fina” pero con las greñas revueltas, que traía un vestido blanco ¡bien bonito!;
La muchacha me habló y dijo:
-
Félix, aquí hay dinero, yo lo
dejé, ¡es tuyo! ¡llévatelo!...
Y sin decir mas, la mentada niña güerita se fue
desapareciendo ¡así como llego!... Pero yo, medio tonta, en lugar de
desenterrar el “tesoro” y llevármelo, luego, luego, fui con mi hermano y le
conté todo, y entonces, bien emocionados fuimos por mi papá y un amigo a
desenterrarlo, pero, cuando regresamos al lugar donde había visto a la niña ¡ya
no había nada! ¡Por mas huecos que hicieron ya no pudimos dar con nada del mentado
dinero!... A mi me dio mucho coraje, por que la niña dijo que ese dinero era
para mi, pero ¡ni modos! ¡Por “argüendera” ya no me toco!...
Se cuenta que tiempo después, en el mismo lugar, hubo un
señor a quien se le apareció la misma muchacha, pero que a diferencia mía, él
sí sacó en ese preciso momento el dinero, lo amarró a sus mulas y se lo llevo ¡todito
pà su casa!...
Solo que le dio la de
malas y no pudo disfrutar del oro totalmente, por que cuentan los que saben,
que el señor se murió a los tres días, ¡dizque porque no se cubrió la boca al
desenterrarlo y había respirado los “gases”....
La segunda
experiencia aconteció en mi casa, y es que en el patio había una pared de
piedra, muy antigua, que dividía mi casa con la de nuestra vecina, en esa pared
mi mamà tenía una virgen adornada con flores de “bugambilias”, un día, se me
metió el “brete” y dije:
-
¡Voy a arreglar a la virgen! ¡Bien bonita la voy a dejar!...
Decidida, fui a
cortar flores a mi jardincito; Llegue, limpie el lugar, puse las flores en un
bote con agua y ya que estaba terminando, no se por que o en que estuvo, que
voltee la mirada al árbol que estaba a un lado y vi que había ahí una piedra,
respondiendo a un simple impulso, fui y levante la piedra que estaba al pie del
árbol y entonces ¡me voy encontrando con la sorpresa de que ahí había dinero! ¡Medio
cubiertas de tierra estaba un bonchecito de monedas de peso y de cincuenta
centavos! monedas que en aquel tiempo valían mucho. Muy contenta tome dos puños
de monedas y las puse en mi mandil, corrí a donde estaba mi mamá cocinando y le
conté lo que había pasado. Dejamos las monedas de mi mandil en la mesa y
corrimos a donde había encontrado el dinero para recoger lo que quedaba, pero
al llegar y alzar la piedra de nuevo, simplemente ¡ya no había nada!...
Medias decepcionadas regresamos a la cocina
con el temor de que las demás también hubieran desaparecido, ¡pero no!, ahí
estaban las moneditas, así que mi mamà bien emocionada lavo las monedas con
carbonato y limón, pues tenían una especie de coloración verde de tan viejas
que estaban, y una vez limpias ¡las gastamos juntas!...
Recuerdo que esa vez, ¡vestido,
calcetines, huaraches y hasta calzones estrene!...
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