BIENVENIDA

Este espacio es un punto de encuentro para todos aquellos que aman y valoran sus raíces, sus tradiciones y nuestra maravillosa y particular forma de ver, explicar y repensar el mundo. Esta es pues, una pequeña burbuja en donde sólo la tradicion oral y los saberes de nuestros abuelos existen, en donde tarde a tarde, noche a noche, puedes recurrir para sentirte más cerca de lo que verdaderamente somos, de lo que jamás hemos dejado de ser: hombres y mujeres llenos de historias, hombres y mujeres de leyendas...

Cada día, encontrarás una nueva historia, una nueva ventana hacia lo fantástico y al realismo mágico de nuestra gente, de nuestra tierra. Historias que son de todos y de todas, que pertenecen a nuestro pueblo, a nuestros caminos y a nuestros corazones. Por ello, tómalas, son tuyas, en ellas estás tú mismo, en ellas vibran los sonidos del campo, el murmullo de las olas, el trinar de los pájaros, el rugido de los animales de uña y uno que otro suspiro de algún ánima errante, pero sobretodo, en ella habitan las voces de nuestros abuelos y abuelas, que son en realidad, los dueños y forjadores de esta tierra, en la que hoy estás...

Aquí van tres años de trabajo arduo en nuestras comunidades, todo dentro del proyecto "TARDES DE LEYENDAS, MISTERIOS Y RECUERDOS DE LOS PUEBLOS DE COLIMA" en el cual han participado muchísimos amigos y hermanos. A todos ellos, desde este pequeño espacio, un afectuoso abrazo en dondequiera que estén...

sábado, 2 de febrero de 2013

Cuando el diablo se le aparecio a un muchacho en la hacienda de San Antonio


 

Don Aurelio, “Güello”, Olivo Solorio, comalteco de corazón, nos relata esta siguiente historia que sucedió allá por los rumbos de la “Hacienda de San Antonio”, en donde en aquellos tiempos pasados, trabajaba muchísima gente cortando café. Y que a decir de don Güellito, no hay otra hacienda en el Estado de Colima, antes y ahora, que halla tenido sembrado tanto café como esa hacienda.

 

La cosa es que en la hacienda antes mencionada, había un muchacho de nombre Pedro que vivía con su mamá, el papá se les había muerto varios años antes, por lo que estaban solitos; Ellos tenían la casita donde vivían del lado donde linda la hacienda y la parte en la que toca a San José del Carmen, Jalisco, lugar de donde también venía mucha gente a trabajar a la hacienda, y de ahí mero era este muchacho, él cual, una noche de luna llena, que como ustedes saben, aluza bien mucho, pareciendo a veces la madrugada un amanecer, la cuestión fue que después de cenar esa noche, la mamá le dijo al joven Pedro:

 

- ¡Ándale vente! ¡Vamos a rezar el rosario!...

 

El joven muy obediente y fervientemente creyente, obedeció y después del rosario, se fueron los dos a dormir… Así pues, resulta entonces que este muchacho no se fijo bien en la cuestión de la luna llena esa noche, por lo que en la madrugada, al levantarse a echar “agua”, vio todo bien claro y dijo:

 

-¡Aaaah! ¡Ya se me amaneció! ¡Se me va a hacer tarde para entrar a la chamba!

 

Como ya sabia de que manera se las gastaban los patrones y los capataces de la hacienda y aparte por que no tenían reloj, el muchachito se apuro y dando saltos y carreras se puso su camisa y su sombrero y ¡que da un brinco pa’ bajo!...  La mamá, al escuchar el ajetreo, se despertó, pues ya ven que uno cuando ya esta grande tiene el sueño livianito, entonces, la madre le dice al muchachito:

 

-          ¿Qué estás haciendo, hijo?

 

-          Ya se me hizo re’ tarde amà, ya se me amaneció, ¡y hoy tengo que darle maíz a los caballos, ver la milpa y cortar café!!...

 

-          ¡No hijo!, ¡Aun es temprano! ¡Será cuando mucho media noche!...

 

-          No mamá – insistió el muchacho – ya se me amaneció ¡Debo irme!

 

Pero como los gallos no se escuchaban que cantaran. Su mamá le insistió:

 

-          De todos modos hijo, no te vayas, es todavía noche ¡no seas terco!.

 

¡Pero el muchacho no le obedeció y ahí se viene bajando por la vereda que lleva al “río de la Lumbre, río que es la división entre Colima y Jalisco, al cual lo nombran así, porque ahí se dice que corría pura lumbre cuando una vez reventó el volcán. La cosa es que por ahí venía el muchacho hasta que llegó a donde existe un “cajón”, feo, alto y oscuro que tenía paredón de un lado y otro, y aunque daba miedo, pues ahí tenia que pasar uno, no había otro camino, ¿pà se hacia el pobre Pedro?... Así que pajuelio a su caballo y se empezó a internar en aquella cosa que parecía la boca del mismito infierno. Apenas había cruzado unos metros, cuando ¡que le viene saliendo por medio camino un animal feo y grande con forma de perro! ¡Con unos ojonones y echando lumbre!... ¡El caballo del muchacho, presintiendo algo malo, olisqueando al maligno, se empezó a hacer pa’lla y pa’ca, pa’lla y pa’ca y nomás no se  iba desbocado porque era un cajón sin ni siquiera espacio para voltear!... El muchacho, aun sin saber que realmente era ese animal, ¡preparo su machete para darle una rebanada!... Entonces, de buenas a primeras, ¡que le habla el perro demoniaco aquel!:

 

-          Muchacho,  ¿A dónde vas? – le habló el perro.

 

-          Voy a la hacienda a trabajar.

 

-          No vayas – le dice el perro demoniaco con una voz cavernosa

.

-          ¿Por qué?

 

-          Porque allá están diciendo “métele el tizón, sácale el tizón, métele el tizón, sácale el tizón”. Y eso, ¡no es cosa buena para ti!... ¡Mejor regrésate, ¡sígueme! ¡yo te guío por un enderezadero!...

 

¡Muy espantado al ver hablar al perro prieto aquel, Pedro solo atino a persignarse como se lo había enseñado su mamà! Al hacerlo, ¡en ese mismito instante! ¡Se le desapareció el perro! y entonces, hasta ese momento, el caballo ya pudo y quiso pasar por el “cajón” aquel…

 

Así se fue todo el camino que faltaba para llegar a la hacienda el muchacho, con el miedo por lo visto y con la duda por lo dicho. Cuando por fin llegó a la hacienda, se dio cuenta que en el lugar, ¡estaban velando a un difunto y le estaban cantando “El Alabado”!... ¿Qué que tiene de interesante? Pues es que, según los abuelos, con ese canto religioso el diablo se espanta, y lo que estaban diciendo era parte de una letanía, que yo recuerdo que mi mamá la cantaba asi:

 

-          Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison, Christe Eleison.

 

Esa letanía fue lo que espantó al diablo, quien seguro se quería llevar el alma del difunto, pero como no pudo, quiso encontrar y llevarse la del joven Pedro y por eso se lo fue a encontrar en el cajón… ¡Lo bueno es que Pedrito sabia persignarse! por que si no, ¡ahorita segurito se estaría chamuscando en el “cazo de los chicharrones”, en compañía del mentado perro satánico aquel!...

 

 
NOTA IMPORTANTE: Kyrie Eleison es la transcripción griega de “Señor ten piedad”, durante mucho tiempo este rezo se dijo en griego, solo que cuando paso a occidente se convirtió al latín Christe Eleison, en el caso de los funerales de aquel tiempo, en nuestro país, se cantaba de las dos formas juntas y se repetía tres veces.

 

 

 

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