BIENVENIDA

Este espacio es un punto de encuentro para todos aquellos que aman y valoran sus raíces, sus tradiciones y nuestra maravillosa y particular forma de ver, explicar y repensar el mundo. Esta es pues, una pequeña burbuja en donde sólo la tradicion oral y los saberes de nuestros abuelos existen, en donde tarde a tarde, noche a noche, puedes recurrir para sentirte más cerca de lo que verdaderamente somos, de lo que jamás hemos dejado de ser: hombres y mujeres llenos de historias, hombres y mujeres de leyendas...

Cada día, encontrarás una nueva historia, una nueva ventana hacia lo fantástico y al realismo mágico de nuestra gente, de nuestra tierra. Historias que son de todos y de todas, que pertenecen a nuestro pueblo, a nuestros caminos y a nuestros corazones. Por ello, tómalas, son tuyas, en ellas estás tú mismo, en ellas vibran los sonidos del campo, el murmullo de las olas, el trinar de los pájaros, el rugido de los animales de uña y uno que otro suspiro de algún ánima errante, pero sobretodo, en ella habitan las voces de nuestros abuelos y abuelas, que son en realidad, los dueños y forjadores de esta tierra, en la que hoy estás...

Aquí van tres años de trabajo arduo en nuestras comunidades, todo dentro del proyecto "TARDES DE LEYENDAS, MISTERIOS Y RECUERDOS DE LOS PUEBLOS DE COLIMA" en el cual han participado muchísimos amigos y hermanos. A todos ellos, desde este pequeño espacio, un afectuoso abrazo en dondequiera que estén...

domingo, 14 de noviembre de 2010

DOS LEYENDAS DEL CUERNUDO

La figura del “cuernudo”, “el patas de cabra”, “el macho cabrio”,“el enemigo”, “el chamuco”, “el diablito”,“el del trinche”,“el oscuro” o como es mundialmente conocido: “el demonio”, ha sido desde su aparición, como supuesto “ángel caído” del cielo, el mejor ejemplo de lo malo, lo pecaminoso y lo terrorífico, así fue como se propago su figura desde la llamada “tierra santa” hasta la “Europa vieja”, y de ahí, al “nuevo mundo”, aderezando desde su llegada nuestra tradición oral e imaginarios colectivos, es por ello, que a partir de la colonia, nuestras leyendas retoman a este personaje de “mala reputación” como aquel que acecha por los caminos, que se lleva a la muchacha o joven que no obedecen a sus padres y se van al baile o fiesta sin permiso, es aquel “charro negro” que, a la usanza y con el típico sello mexicano, recorre las calles de nuestros pueblos montado en un enorme cuaco negro que avienta chorros de humo o lumbre por las narices y la boca y con enorme sombrero con bordado de oro y pistola de plata, cabalgando por callejones y calles de los pueblos, espantando y levantando borrachos y desvelados, así mismo, es el personaje terrorífico que al chiquillo que se porte mal o no se duerma temprano, acechara y se llevara al cazo de los “chicharrones” pá sacarle la manteca, y es el que con forma de diversos animales se para en medio de los puentes y persigue a los amantes que van en busca de la mujer amada y mancornadora, que a dejado al esposo dormido en casa; Así pues, ante esta innegable importancia mas cultural, que religiosa, aunque finca su aparición y mala fama en ella, que acudimos a la búsqueda de algunas historias acerca de este mítico personaje, y quien mejor, que una de las abuelitas mas hermosas y sabias de la ciudad de Coquimatlán: doña Donaciana Flores, mejor conocida como “doña Chana”, quien a sus noventa y siete años, es un baúl de historias y leyendas, tanto del pueblo chigüilinero, como del municipio de Cuauhtemoc, de donde es originaria, así que, mientras tejía y tejía en su ventana de la calle Juárez, acompañada de su bisnieta Francia Macias, Doña Chana me relato, para compartir con usted, estos interesantes relatos amable lector:

LA HISTORIA DE LAS CINCO PIEDRAS Y EL CUERNUDO

Dicen que el cuernudo no existe, pero la verdad es que esta por todas partes nomás al acecho, esperando el momento para pegarte el susto de tu vida, sobretodo cuando uno es joven y no le hace caso a sus papas, y nomás pá que no digan que soy “habladiche”, te voy a contar la historia del día en que mi hermana Valentina y yo, vimos al diablo cuernudo.

De niñas vivíamos allá en el pueblo de Cuauhtémoc, en el mero centro, del jardín nomás dos cuadras hacia abajo y a la vuelta, recuerdo que cerca de mi casa pasaba el arroyo y en la mera esquina había una pila de agua a la que iban todos a beber y a llenar sus cantaros para llevar a sus casas. La cosa es que yo tenía como unos siete años cuando un día mi mamá nos envió a la doctrina a Valentina y a mi y nos dijo muy clarito que no nos entretuviéramos porque ya íbamos tarde a la iglesia; Pero ya ve como es uno de chamaca, así que le dije a mi hermana: Valentina, vamos a recoger “las cinco piedras” (rudimentario juego de matatena) al arroyo… Ella me respondió: No Chana, ya viste que nos dijo mi mamá que no nos desviáramos… ¡Ahh!, les aclaro que “las cinco piedras” era un juego que se trataba de dejar las piedras en el suelo y aventar una pá arriba, antes de que cayera la que estaba en el aire tenia uno que ir recogiendo una por una las piedras, cuando las recogía todas empezábamos de nuevo y así mataba el tiempo uno; Yo quería llevar las “cinco piedras” porque las monjas que daban la doctrina no nos dejaban jugar más que a eso, pero Valentina era bien zacatona, siempre lo fue, pero aun sabiéndolo yo le seguía diciendo: ¡Ándale!, sino ¿a qué vamos a jugar en el recreo?

Después de mucho insistirle, por fin la convencí y nos desviamos al arroyito. Ahí estábamos con las enaguas arremangadas recogiendo las piedras cuando, tratando de coger las más buenas y lisitas, me fui alejando más y más de los pilotes del puente que estaba encima del arroyo. Mi hermana Valentina estaba tan entretenida que ni cuenta se dio de que yo ya estaba bien lejos, hasta que de repente, levanto la cabeza y ¡ahí debajo del puente, en el recoveco del pilote que lo vé!… Toda espantada Valentina, señalando con el dedo, me dijo: ¡Chana, ira lo que hay ahí!… ¡yo voltie la mirada hacia allá y lo que vi me dejo con los pelos parados! ¡Era un monote peludo, peludo, feo y enorme, con unas tremendas alotas y con la cola enredada entre las patas!… ¡Era el diablo! ¡Estaba bien feo y nomás me miraba pelando sus ojotes rojos como el carbón encendido!... ¡Valentina al verlo nomás pego un gritote!: ¡Ahhhhh! ¡Es el cuernudo! ¡El cuernudo!... Y sin decir más, ¡pá pronto salio corriendo!... Yo dije: ¡Patitas pá que las quiero! ¡Y salí como buscapiés de feria! ¡Y como Valentina corrió más fuerte, me dejó bien atrás toda espantada por lo que habia visto!... ¡Yo corría y nomás no quería voltear porque sentía que el diablo venía detrás de mi a punto de alcanzarme!... !Casi sentia sus garras en mi espalda!... Así, sin parar de correr, llegamos a la casa de mi Tía Lupe Aguayo, que estaba nomás subiendo el puente, a la entrada del pueblo, quien al escuchar los gritos salió a la puerta de su casa, nosotras le dijimos asustadísimas: ¡Tía, tía Lupe, ábranos, escóndanos!... Ella, calmándonos, nos pregunto que había pasado, nosotras aun espantadas y a gritos le dijimos: ¡Vaya a ver al puente Tía Lupe, ahí se nos apareció el diablo! ¡Ahí esta el cuernudo!... Al escuchar esto y viendo el terror en nuestras caritas, mi tía le mandó hablar al padre del pueblo y juntos, con una botella de agua bendita, fueron a ver debajo del puente, ¡pero ya no había nada!, yo pienso que al saber que iba a ir un padre el diablo corrió, por que cuando ellos llegaron, nomás quedaba el apeste a puro azufre. El padre nos regañó y mientras conjuraba y bendecía el puente, nomás salían llamaradas como lumbre y seguía oliendo bien feo a azufre.

A partir de entonces ya no se volvió a aparecer nada sobrenatural por ahí, porque antes, después nos enteramos, decían que también se les había aparecido el diablo a los borrachos que andaban en el puente brincando o venían de la parranda, incluso se dice que a uno del antiguo barrio “del Tierno” hasta le alcanzó a quemar los calzones cuando con un palo trato de darle al cuernudo, ¡ya se imaginaran! ¡Del susto hasta lo borracho se le quitó al pobre hombre!...

Visiblemente emocionada al sacar tan terroríficos recuerdos, doña Chana toma un poco de aire y nos continúa contando:

LAS DOS VECES QUE EL “CUERNUDO” SE LE APARECIO EN FORMA DE “NIÑO” A DON PEDRO MICHEL

Mi esposo Pedro Michel, quien fue un valiente cristero, de chico era muy vago y solía escapárseles a sus papás, me contaba que cuando no lo dejaban salir, el muy sinvergüenza les dejaba un yugo de arar en su cama, encima de sus almohadas y envuelto en ponchos y sábanas, para que cuando lo vieran sus papás, pensaran que ahí estaba bien dormido, mientras que él se salía por la ventana del cuarto y se iba a parrandear con sus amigotes. Por hacer esas vaguedades y por desobediente, le sucedió en una ocasión lo que ahora voy a relatarles:

En una de esas “escapadas”, cuando iba pá un baile, se le apareció un niño en medio del camino a Colima, quien a señas le pidió “raite”, Pedro, que para variar venia “cuete”, sin preguntarle nada ¡que lo sube al anca del caballo! y ahí iban a ritmo de trote del animal. Un rato después, cuando ya Pedro venia medio dormido, el niño le tocaba la espalda ¡y que de repente le habla!, Pedro voltea al escucharlo, el niño entonces que le dice: ¡Ira apá mis dientitosh!... ¡Así dijo aquel chiquillo apuntándose los dientes con la mano! Pedro en medio de la oscuridad pelo los ojotes y al fijársele vio con horror que el chamaquillo ¡tenía los dientes bien afilados, amarillentos y deformes!, ¡Mi Pedro se asustó tanto que de un manotazo aventó el niño del caballo y entonces con horror vio que aquel ente desaparecía en medio de una enorme carcajada! Cuando vio esto, Pedro entendió que aquel chiquillo no era otra cosa que el diablo y clavándole las espuelas al cuaco, huyo lo más rápido que pudo rumbo a su casa…

Pero esa no fue la única ocasión que mi esposo se encontró de frente al “patas de cabra”, pues en otra ocasión, ya mas grande, cuando venia de una parranda, en medio de una brecha, se le apareció otra figura pequeña que parecía estar llorando con mucha pena, Pedro al verlo tan afligido, con mucha curiosidad le preguntó: ¿Quién eres?... ¿Qué haces tan solo a esta hora?... La persona aquella, siempre viendo hacia abajo, seguía llorando, sin alzar la cara para nada... Pedro le seguía preguntando lo mismo con mayo insistencia: ¿Quién eres?... ¿Qué haces tan solo a esta hora?... Cuando de repente, la persona aquella, le dice con una voz malévola: Es que estoy llorando porque, por portarme mal con mi mamá tengo esta forma… Al decir esto, el pequeño ente se volteó y entonces pudo darse cuenta mi marido que aquel ser ¡Tenía cara de viejo y demonio pero con cuerpo de niño!... ¡A Pedro del susto hasta lo cuete se le bajó al instante!... Pero poco le duró, pues para el otro domingo ya andaba de nuevo de vago, pero ese día, ¡poco falto pá que se hiciera en los pantalones!…

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